Wednesday, October 31, 2007

Prensa extranjera instala su agenda

Prensa extranjera instala su agenda

Por: Emilio Cárdenas
Ámbito Financiero

La aversión de Cristina Kirchner por el periodismo resulta manifiesta. Está claro que prefiere mantenerse lejos de los periodistas, no tener que contestarles preguntas, ni rendir cuentas, ni hacer conferencias de prensa que no estén absoluta y prolijamente controladas. Electa presidente, deberá ahora tratar de superar la aversión encontrando fórmulas de relación que le permitan construir puentes, acortar distancias y limar asperezas.

La situación es tan obvia, que Patrick Bele -desde las columnas del influyente diario parisino «Le Figaro»-, al describir con algún grado de detalle la victoria electoral de la todavía senadora, después de calificarla de «autoritaria» -y recordar que algunos de sus colaboradores la encuentran «insoportable»-, señala que ella no vacila en llamar «asnos» a aquellos periodistas que se animan a hacerle preguntas incómodas.

Bastante más neutral fue la reacción de los grandes diarios de Nueva York. Tanto «The New York Times», como «The Wall Street Journal» cubrieron -al día siguiente- el resultado de las recientes elecciones argentinas. Pero las noticias sobre la Argentina se evaporaron sólo cuarenta y ocho horas después de las elecciones, cuando los medios prefirieron hablar de las lluvias torrenciales en la República Dominicana o los problemas que le generan al temperamental Hugo Chávez los enormes subsidios a los combustibles que se pagan en Venezuela.

Ambos medios norteamericanos coincidieron, sin embargo, en el pronóstico sobre las cuestiones más urgentes a resolver por la futura presidente. Lo que no es demasiado frecuente, desde que -siendo las ópticas políticas de los dos diarios diametralmente opuestas- sus visiones e interpretaciones de los fenómenos políticos suelen más bien diferir, que coincidir.

# Desafíos

Para Alexei Barrionuevo, de «The New York Times», los desafíos inmediatos son dos: la inflación y la posible crisis energética. A lo que agrega la tarea de mejorar la imagen argentina en el exterior, respecto de la cual cree que la Sra. Kirchner ya comenzó a trabajar con sus publicitadasgiras al exterior, durante la campaña electoral.

Lo mismo sostiene, curiosamente, Matt Moffett, desde las columnas de «The Wall Street Journal». También para él los temas urgentes son: la inflación y las debilidades estructurales en el sector de la energía. Respecto de la situación externa de la Argentina, la califica como de «creciente aislamiento diplomático respecto de sus vecinos en las Américas», para recordar enseguida la desafortunada Cumbre de las Américas de 2005 y sus efectos congelantes respecto de las relaciones con los Estados Unidos y el lamentable conflicto por las papeleras que todavía mantenemos con el Uruguay.

Moffett agrega a esos comentarios la necesidad de sincerar los precios de algunos servicios, señalando que los argentinos pagamospor nuestra electricidad la tercera parte que el promedio de América Latina y, por nuestro gas natural, sólo 4% de lo que pagan los brasileños.

Párrafo aparte merece la nota editorial publicada por la inteligente Mary O'Grady, de «The Wall Street Journal». Para ella, la Argentina parece estar de regreso en la situación en la que estaba en 2001. Con los subsidios y los controles de precios se ha creado, sostiene, una «falsa sensación de prosperidad». La deuda pública como porcentaje del PBI, nos recuerda, es ahora mayor que la de 2001. El Presupuesto, por su parte, sugiere que el gasto público aumentará el año próximo 60%, lo que la preocupa desde que los recursos para financiar ese aumento sólo lo harán en las tres cuartas partes del aumento proyectado. Lo que aparentemente es más grave es que en razón del clima adverso generado desde la administración, la inversión no llega a la Argentina en las magnitudes requeridas para poder seguir creciendo. En rigor, nos dice, la Argentina sólo recibe 60% de la inversión que «la pequeña Chile» ha sido capaz de atraer en 2006, y apenas 76% de lo que ha recibido Colombia. Por todo esto, señala que «la Argentina no ha cambiadonada desde que los políticos la postraran en 2001».

Las visiones externas, según queda visto, distan mucho del triunfalismo que algunos predican -incansablemente- en nuestro propio medio. Ocurre que, espiritualmente, para muchos es siempre mejor escuchar -y creer- que todo va bien, que advertir, en cambio, que quizás eso no sea tan así, desde que hay -dentro y fuera de nuestro país- quienes no piensan que todo luce necesariamente color de rosa.

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