Monday, May 30, 2011

EI Increíble Sistema Monetario

EI Increíble Sistema Monetario
Por Tito Narosky

Nuestro país posee un singular sistema monetario, digno de ser analizado. No digo imitado, porque ello no corresponde a nuestra idiosincrasia. Pero si analizado, para despejar de una vez por todas ciertas dudas.

En términos generales, el sistema es muy simple. Se basa en el peso moneda nacional, dividido en cien unidades, a cada una de las cuales se las denomina centavo. Así 5, 10, 20 o 50 centavos. A todas estas fracciones que llamábamos guitas, se las acuña en metal. En papel van los billetes de 1 peso en adelante: 5 pesos, 10, 50, 100, 500, 1.000, 5.000, 10.000. El uso popular los denominaba mangos, llamando canario al billete de 100 y fragata al de 500. Todo andaba sobre rieles y esta nota explicativa no hubiese sido necesaria si no fuera por la inflación. La inflación lo complicó todo y también en cierta medida, nuestro sencillo sistema monetario. La ley 18.188 quitó dos ceros a los billetes de tal modo que uno de 1.000 pesos se convirtió en otro de 10 pesos, denominado peso nuevo, peso ley 18.188 o simplemente peso ley. Esto hizo que las monedas perdieran su significado como fracción de peso y se comenzaran a acuñar de uno, cinco, diez, cincuenta y cien pesos que en la actualidad uno encuentra tiradas por la calle. Con la nueva ley el billete de 5.000 equivale a uno de 50 y el de 10.000 al de 100. Más tarde y debido a que la inflación no se detuvo, se volvieron a acuñar los billetes de 500, 1.000, 5.000, y 10.000, pero de la nueva moneda; luego se siguió adelante con los de 50.000, 100.000, 500.000, y 1.000.000. Sucede que el pueblo argentino es algo refractario a los cambios y lo común es que sigan diciéndole mil al billete de 10, cien mil al de 1 .000 y un millón al de 10.000, pese a que hay otros papeles que tienen impresas esas cifras.

Claro que hay un sector de la población que se maneja con la nueva moneda (no tan nueva, pues ya lleva más de diez años el dictado de la tan inteligente ley 18.188). Es un sector menor pero muy respetable que incluye a los bancarios, a veces al gobierno (según convenga) y a ciertos comerciantes que sienten que el peso nuevo, al aliviar de ceros la cifra, hace suponer que el producto es más barato. Las situaciones más complejas se producen a raíz de que los precios están indicados en uno u otro sistema, a veces en los dos, y prácticamente nadie sabe en realidad cuánto le cuestan las cosas. Si uno descubre que un millón de pesos es lo que vale un automóvil, poco tiempo después, con el mismo millón, puede uno comprar una bicicleta; o sea que no es aconsejable apoyarse en esos elementos ajenos al sistema monetario puro. Creo que un ejemplo vendría bien para aclarar mejor el concepto. Si uno sube al colectivo y dice "de dos mil quinientos", el servidor público le cortará un boleto. Quédese Ud. cerca del chofer para descubrir cómo todo se ha simplificado aquí. La señora que asciende después, solicita boleto de doscientos cincuenta mil y Ud. cree que viajara hasta La Quiaca; ¡no, para nada! Comprobará con alegría que le entrega el mismo tipo de boleto. Ese otro Señor pide ahora de doscientos cincuenta. El conductor entrega otro similar ¿Por qué? La explicación es sencilla. El nombre pensaba en doscientos cincuenta mil de la moneda inexistente pero dice 250 para acortarlo; además todo el mundo le entiende, y de cualquier manera ni doscientos cincuenta ni doscientos cincuenta mil responden en absoluto a los dos billetes de 1 .000 pesos y uno de 500 que entrega para pagar. Preste atención que allí sube una señorita: "Por favor de 2,50". Doscientos cincuenta, como Ud. imaginará, ya que viaja sola, no significan dos boletos de 50, que por otra parte no los hay, sino dos unidades y media. Pues si, como Ud. deduce bien, el chofer sigue entregando idéntico boleto sin inmutarse.

Creo que se va aclarando el asunto: 2 con cincuenta, doscientos cincuenta pesos, dos mil quinientos o doscientos cincuenta mil es lo mismo. Qué fácil, ¿no? ¿Quién podría equivocarse así? Pero no, no se vaya de al lado del chofer porque todavía faltan variantes. El joven que acaba de subir pide de doscientas cincuenta lucas. Si nunca oyó hablar de lucas es porque Ud. no vive en la Argentina. Cien lucas es simplemente el equivalente de mil pesos nuevos o cien mil pesos viejos, o cien, como decimos para acortar. Con 100 billetes de una luca o de mil mangos por decir lo mismo, obtenemos una gamba, Diez gambas es un palo. Este sistema monetario paralelo no existe en realidad, al menos escrito. Pero ¿quién se sorprende?

En todos los países hay modismos populares muy arraigados. Pero sigamos. Si Ud. escucha decir al chofer: "Pibe, ¿no tenés mas chico que un palo? ¿No tenés tres marrones? Significa sencillamente que el jovenzuelo pagó con un millón de pesos nuevos. ¡¡No!! Espere un segundito, que me confunde con el apuro. El palo es un millón de pesos viejos, o diez mil nuevos, o diez gambas. Mucha gente, dura de entendederas, cuando va a comprar algo le entrega su cartera al comerciante para que éste, más acostumbrado, seleccione los billetes correspondientes. Pero es porque no quieren aprender dos o tres cositas sencillas que le evitarían muchos errores. Lo realmente complicado es cuando se trata de cifras grandes: el valor de una casa, de un puente, o cuanto se recaudó en el partido del domingo. En esos casos la gente prudente opta por no preocuparse. "Y bueno, ma si" ¿Mil millones, que quiere decir? ¿Son ley, son palos o son verdes? ¡Ah, no les hablé de los verdes! Se usan también en el lenguaje monetario nacional y aunque nadie los vea permiten una simplificación aún mayor, si cabe, de nuestro sencillísimo sistema. Verdes son dólares. Cualquiera lo sabe, de modo que mil verdes o diez mil o un millón de verdes (equivalente a un palo verde) son unidades mucho más constantes que el peso viejo, el nuevo, el viejo abreviado, los mangos, los morlacos, las lucas, los marrones, garrotes, lucardas, lucrecias, gambas, piastras. etc.

Porque la inflación cambia casi diariamente el poder adquisitivo de nuestra injustamente vilipendiada moneda y mantiene estable el dólar. Entonces, aunque uno no sepa bien cuantas lucas hay que poner para comprar el coche, se sabe cuántos verdes. Además, y por si mis explicaciones fueran insuficientes, están por importarse unas computadoras bastante manuables que inventaron los japoneses, que se pueden adicionar al auto y que en pocos minutos hacen la conversión que quiera: de piastras a palos, de rupias a gambas, de moneda nacional a verdes, de pesos ley a lucardas. Creo que con este revolucionario aparato se acaban las insignificantes dificultades que en ese campo tienen los cabezaduras de siempre.