Tuesday, February 26, 2008

¿Y dónde está el piloto?

¿Y dónde está el piloto?

Por: Agustín A. Monteverde
Ámbito Financiero

Varios de los desafíos que enfrenta este segundo mandato conyugal se ubican en el terreno de la economía, un área que fue, en cambio, enteramente favorable en los cuatro primeros años kirchneristas. Esas acechanzas, como decimos, son varias. Una inflación creciente, escondida en las inverosímiles estadísticas oficiales, aunque indisimulable. Una brecha entre precios relativos, causada por los controles y congelamientos de precios, cuyo mantenimiento compromete el abastecimiento energético y de diferentes bienes de la economía, pero cuya resolución acarrea una inevitable estampida de la ya elevada inflación real. Un agonizante nivel de inversión directa frente a la saturación en el uso de la capacidad instalada. Por último, la necesidad de contener las demandas sindicales en el marco del comentado recalentamiento de la economía y con un inestable y dividido frente gremial. Es que, luego de años en que los salarios aventajaron a los precios, la inflación ha comenzado a horadar las mejoras en los ingresos de los trabajadores.

Pese a este delicado panorama, el ministro de Economía, Martín Lousteau, aparece alejado de la decisión en estas cuestiones económicas centrales y se muestra empeñado en una dudosa negociación con el Club de París y en iniciativas de segundo orden. Mientras, el versátil ministro De Vido mete pies y manos en temas que van desde las morosas revisiones tarifarias hasta las negociaciones salariales con los gremios, quedándole tiempo aún para asegurar el ingreso de capitales kirchneristas en negocios y empresas que eminentes operadores multinacionales pugnan por abandonar.

No menos activos se los ve al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y al secretario de Comercio, Guillermo Moreno -nominalmente subordinado de Lousteau-, planeando sea sobre controles de precios, sea sobre datos estadísticos, sea sobre tasas, con franca omisión tanto de la figura del ministro como de la del Banco Central.

Cabe preguntarse cuál es la estrategia que ha sido elegida para enfrentar aquellas amenazas -si es que hay alguna- y quién, en definitiva, está a cargo de diseñarla y ponerla en práctica. Pero las respuestas que se obtienen son, como mínimo, vagas o contradictorias. Las situaciones confusas, la falta de coordinación y los enfrentamientos entre funcionarios no contribuyen a la solución de los problemas. Cuestiones como la política de precios, las retenciones a las exportaciones o la tergiversación de los datos estadísticos han deteriorado al extremo la relación entre el ministro de Economía y quien supuestamente debería ser su subordinado.

El combate a la inflación, aquí como en China, impone articular la política fiscal y la de ingresos con los requisitos de sobria y persistente disciplina monetaria. En lo que hace al cuadro fiscal, no luce alentador. El resultado financiero informado tuvo el año pasado una caída de 20%. Si no se computa el ingreso -por única vez- de los fondos provenientes de las cuentas individuales de las AFJP que pasaron al pozo estatal, como producto de la contrarreforma previsional, equivale a apenas 0,2% del PBI. A esto aún cabe añadir el consolidado provincial que, luego de sucesivos años superavitarios, cayó en un modesto rojo.

En 2007, el gasto corriente -mayormente estructural- creció 47% interanual, mientras que los ingresos tributarios aumentaron 33%. La Presidente anunció que el crecimiento de los ingresos en enero ha aventajado por diez puntos porcentuales al de los egresos, pero esto aún carece de validez tendencial frente al comportamiento exhibido durante todo el año pasado. A diferencia de lo ocurrido en el mismo mes de 2007, no se otorgaron esta vez mejoras a jubilados y pensionados, se recortaron transferencias a las provincias y saltaron 157% los derechos de exportación.

Resulta difícil contener el ritmo de aumento del gasto, pues la inflación obliga a actualizar jubilaciones, pensiones y salarios estatales; y el régimen de precios controlados y la escasez energética imponen una permanente alza de los subsidios. Pero en orden a combatir la inflación corresponde destacar que -más allá de que la situación fiscal pueda mejorar o agravarse- el tan publicitado superávit fiscal es ficticio. Sí, una fantasía con todas las letras. Pues no computa los fondos necesarios para comprar dólares y absorber así el excedente cambiario, lo que es indispensable para sostener el tipo de cambio. Y es precisamente por esta causa que el BCRA, al emitir pesos para comprar las divisas, fabrica inflación. En el frente salarial, el gobierno presiona a los gremios para que acepten acuerdos por dos años con mejoras nominales que no excedan 22%. Además de dejar al desnudo la mentirosa inflación oficial, la estabilidad efectiva que proveen estos convenios es muy relativa, pues contemplan una revisión semestral.

Mientras el ministro de Economía permanece ajeno a cuestiones estrechamente relacionadas con la inflación, como lo son las negociaciones salariales o la planificación de los subsidios y su disputado reparto entre la cohorte de empresarios, sindicalistas, gobernadores, intendentes y ONG oficialistas, su supuesto subordinado sigue tallando en las áreas más impensables. Como cuando reclama al Banco Central, en pleno fragor inflacionario, que baje la tasa de interés para estimular el crédito. Forzar una reducción en tasas de interés que ya son muy negativas y en el marco de una inflación que se desboca evidenciaría una ignorancia temeraria.

En 2007, los depósitos a plazo fijo crecieron sólo 17%, muy por debajo de la inflación real; esta circunstancia se agrava si le descontamos el crecimiento de la economía durante el año que pasó. Olvidando su ley orgánica, que le manda expresamente defender el valor de la moneda -la nacional, no la extranjera-, el BCRA se dedicó con gran empeño en los últimos años a sostener alto el dólar y desvalorizado el peso, convirtiéndose en una auténtica fábrica de inflación.

Sin embargo, luego de expandir la base monetaria a un ritmo promedio de casi 33% interanual durante los primeros ocho meses de 2007, la tasa de expansión cayó en siete puntos porcentuales. El programa monetario anunciado para este año sugiere que la línea de mayor prudencia continuará. Para que no se acelere la inflación, además de contener la expansión de la oferta se necesitará que no decaiga la demanda de dinero por parte del público. Claro que ese programa monetario parece inconsistente con las políticas que se alientan en otros despachos, más cercanos al poder, donde la preocupación por sostener el tipo de cambio está muy por delante del combate contra la inflación. La inflación en ascenso ha licuado parte considerable de las ventajas cambiarias de la megadevaluación de 2002. Y ya algunos grupos de intereses acercan a los oídos de los funcionarios sus propuestas para una nueva devaluación, que en las presentes circunstancias sería inmediatamente trasladada a los precios de los bienes y a los costos de los factores.

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