Wednesday, February 06, 2008

Kirchner de Dios

Del gran movimiento histórico al peligro del ogro filantrópico
Kirchner de Dios

Néstor Kirchner decidió -contra su voluntad, dicen-que ya no quiere sólo un Partido Justicialista bajo su mando (a lo que se negó durante cuatro años). ¿Para qué algo tan pequeño como el PJ si puede aspirar a constituir un Tercer Movimiento Histórico, esa quimera hegemónica que después de Juan Domingo Perón varios intentaron sin éxito (Raúl Alfonsín, por ejemplo); inclusive, el propio Kirchner en su inicio en el gobierno cuando lanzó la "transversalidad" y luego la " concertación". Ya dispone de buena parte del peronismo, un tercio del radicalismo, el resto político casi en jaque mate, el sindicalismo de la mano de Hugo Moyano y los empresarios que, como se sabe, ni chistan. A los gobernadores, a su vez, se les impuso la regla de la "orga": dentro de su gobierno todo, afuera ni justicia. Su manto dionisíaco, entonces, hoy parece cubrir a todo el país; quien no se incluye se vuelve paria, marginal. Ya hubo modelos al respecto: terminaron mal como el PRI en México, ese ogro filantrópico.

Por: Rubén Rabanal
Ámbito Financiero

La normalización del Partido Justicialista parece ya un objetivo menor para Néstor Kirchner. Para qué frenarse si tiene ya a disposición todos los elementos para intentar nuevamente el mítico Tercer Movimiento Histórico. Aunque se diga que es contra su voluntad, el ex presidente ya esta embarcado en su proyecto. Tiene detrás a casi todo el peronismo (hasta Eduardo Duhalde aprobó el nuevo matrimonio y los disidentes, a excepción de los Rodríguez Saá, esperan pacientes la citación), parte de la UCR, (el resto ordenó controlarlo) el sindicalismo que le garantiza Hugo Moyano y a los empresarios dispuestos siempre a decir sí. Los gobernadores ni hablar: todos en fila sea cual fuere el partido al que pertenezcan; es decir, el gran movimiento o, lo que es igual el peronismo total.

Parte de esos bienes -en este caso no gananciales- los ubicó ya en el proyecto de mesa de conducción del nuevo justicialismo que arma día a día desde Puerto Madero, pero ahora iría por más. Otros los está consiguiendo por estos días, pero no por el camino que muchos suponen.

La incorporación de Roberto Lavagna a ese proyecto lejos está de sumarle algo a la arquitectura de ese Tercer Movimiento. Poco es lo que puede aportar en número el ex ministro a esa cruzada y después del pacto ni siquiera su imagen personal puede ser cotizable. Esa movida fue en realidad un misil, no un acuerdo. Con la foto en la residencia de Olivos -planeada y sin cuidarse de repetir la escena de Raúl Alfonsín y Carlos Menem en ese mismo lugar para cerrar el pacto más conocido de la historia reciente de la Argentina-, Kirchner destruyó la poca credibilidad de lo que quedaba del radicalismo, puso en jaque a Mauricio Macri que debió silenciarse y tiró los pedazos que quedaban de la UCR en manos de Elisa Carrió. Así comenzó la estrategia que transformó a Lavagna de ex candidato en el protagonista de una mancha venenosa.

Ejemplos de ese efecto sobre el ex ministro ayer abundaban. Habrá que preguntarle sobre eso a los cordobeses que le dieron a Lavagna el 28 de octubre su única victoria en un distrito del país sobre Cristina de Kirchner como reacción no sólo al gobierno sino a los candidatos del peronismo oficial y ayer ya lo repudiaban públicamente por la traición.

Lavagna comenzará a sentirlo en carne propia cuando se dé cuenta de que Kirchner no lo hará vicepresidente primero del nuevo justicialismo. Probablemente ese puesto no lo ocuparán tampoco Daniel Scioli -que cometió el error de pedirlo- ni muchos gobernadores que también se habían anotado. Sonó, entonces, inocente el ex ministro cuando por radio relató las razones de su acuerdo argumentando que el ex presidente lo reconoció como primera minoría dentro del justicialismo y por eso le reservó el principal puesto disponible.

Y ahí surge el problema. Es en la dinámica de construcción política que utiliza Kirchner donde comenzarán los desvíos para llegar al magno propósito del Tercer Movimiento Histórico.

Otros elementos también le juegan en contra. No tiene Kirchner la seducción con que contaba Juan Domingo Perón cuando emprendió una tarea similar, pero sí más elementos que los sueños delirantes de quienes rodearon a Raúl Alfonsín y pensaron, como el caso de la vieja Junta Coordinadora Nacional, que desde un radicalismo triunfante en el 83 podrían conseguirlo.

Lo peligroso, entonces, no estaría allí. La cuestión la relatan muy bien los santacruceños que lo vieron actuar por años: «Kirchner te copta y en principio cumple con lo que promete. El problema es que cuando compró te guarda luego en la bodega». Lo entiende Moyano y por eso muta permanentemente del apoyo a una rebelión fingida.

Esa coptación proteccionista que pudo hacer durante cuatro años a fuerza de planes sociales, subsidios y obras públicas, le servirá para meter adentro del movimiento hasta a empresarios desesperados por estar allí.

Kirchner pasa a jugar en ese sentido otro papel, más parecido al del ogro filantrópico de Octavio Paz que acumula, como el avaro lo hace con las divisas, pero al solo efecto de guardar y controlar. Se olvida, quizás, de que la esencia de un movimiento que sume sectores está en la dinámica entre los interlocutores que lo integren. Dejar hacer y quedarse luego con el ganador.

Lo repetía Juan Domingo Perón en su archiconocida frase: «Los peronistas son como los gatos: todo el mundo cree que están peleando y en realidad se están reproduciendo». Se enfrentaban las fracciones y él se quedaba con el ganador.

La diferencia esencial con Kirchner parecería ser entonces que todo lo que toca lo esteriliza, de ahí que se frene en ocasiones el fenómeno de la reproducción. El ejemplo máximo no es sutil: si el Frente para la Victoria que armó en un inicio hubiera tenido libertad interna para reproducirse su esposa tendría que haber superado 45.29% de los votos que consiguió en octubre.

Con todo, el aparato y los fondos de que dispuso el gobierno debería haber opacado a Carlos Menem que en la primera elección llegó casi a 48 % y en la segunda a más de 49 %. O al propio Fernando de la Rúa que consiguió superar 50 % de los votos.

Otra prueba evidente de esa capacidad de esterilización vuelve a ser Lavagna. Desde el domingo al mediodía virtualmente caducó como candidato a futuro. Si le dijeron que podría ser un buen representante del gobierno para competir en la Capital Federal en 2009, debería fijarse bien el ex ministro si los votos que hoy le quedaron le alcanzan para competir por un cargo en la Legislatura. Error que comete Alfonsín también cuando lo pone a Lavagna como Plan B ante un eventual fracaso de Martín Lousteau. Quizás el INDEC despierte hoy en el electorado más confianza que la que Lavagna puede demostrar.

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