Universidad, naftas y salud: de nuevo el ataque de Hood Robin
Por: Enrique Szewach
Ámbito Financiero
La polémica en torno a la prioridad para los ciudadanos porteños en los turnos de los hospitales de la Ciudad devolvió al lenguaje público una palabra muy cara a los argentinos en general y a los políticos en particular: solidaridad. Obviamente, a los argentinos nos reconforta ser solidarios, especialmente, con la plata de otros y, sobre todo, cuando esa supuesta solidaridad esconde una medida regresiva o a favor de los que más tienen financiada por los pobres.
Nuestro país está lleno de ejemplos al respecto. Desde la Universidad pública para jóvenes de clase media alta que vienen de pagar cuotas de más de 1.000 pesos en secundarios de moda, financiada con los impuestos que pagan pobres que nunca asistirán a la Universidad, hasta subsidios a la nafta premium o a la electricidad que también financian, a través de esos impuestos al consumo, pobres que nunca tendrán automóvil y que, muchas veces, ni siquiera tienen servicio eléctrico en sus hogares. Pero somos solidarios.
# Falencias
Con el sistema de salud ocurre algo similar. Se supone que el hospital público debería ser destinado, en general, a cubrir los problemas de salud de aquéllos que, por carecer de un trabajo en blanco, no están afiliados a una obra social. O que, siendo autónomos o trabajadores en negro, carecen de los ingresos suficientes para pagar un seguro de salud privado. Sin embargo, aun superada con creces la crisis de 2001-2002, el hospital público sigue cubriendo las necesidades, no sólo de los que tienen bajos ingresos, sino también disfrazando las falencias que caracterizan al sistema de salud de obras sociales, la «columna vertebral» del gremialismo argentino.
Es cierto que varias obras sociales sindicales ofrecen un servicio de excelencia en materia de salud. Pero no es menos cierto que, muchas de ellas, no sólo no brindan ningún servicio, sino que sus administradores se han quedado con los fondos de sus afiliados, no han pagado impuestos, ni cargas, y, sobre todo, no han prestado los servicios básicos que debían prestar. Y han destruido y vaciado sus propios sanatorios. Es más, si de solidaridad se trata, en aquellas obras sociales en donde rige el sistema de copagos, es decir, en las que el afiliado debe pagar un complemento de su bolsillo para acceder a ciertos servicios médicos, la solidaridad, como corresponde a argentinos que se precien, está invertida.
En efecto, como los afiliados de ingresos más bajos -los «cadetes» de las empresas- no tienen recursos para hacer esos pagos adicionales, terminan atendiéndose en el hospital público. Pero sucede que les descuentan de sus haberes dinero para las obras sociales. Es decir, pagan por servicios que no reciben, mientras que sus recursos van a engrosar los fondos disponibles de esas obras sociales, para financiarles la salud a los «jefes» de las empresas que sí pueden pagar esos adicionales. Es decir, la «solidaridad» funciona al revés. Por supuesto, nadie en la discusión actual se atrevió a meterse con sindicatos y obras sociales. Es más, cada tanto surgen las prebendas para permitirles «blanquear» impuestos impagos y otras deudas. Tampoco se replanteó la necesidad de establecer esquemas mucho más integrales en el sistema de salud y en la relación sistema público y privado, y su esquema de financiamiento. Lo único que se ha discutido, para variar, es el extraño concepto de solidaridad que caracteriza a nuestra sociedad. Hood Robin atacó de nuevo.
Monday, January 07, 2008
Universidad, naftas y salud: de nuevo el ataque de Hood Robin
Posted by Louis Cyphre at 5:02 PM
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment