Friday, February 18, 2011

Carta abierta de François Léotard, ex Ministro francés, a Mahmoud Ahmadinejad

Señor Presidente:
Francamente, al comenzar esta carta no me provocaba llamarlo de ese modo. Dicho
título implica un mínimo de respeto. Lo hago, sin embargo, porque es usted quien
se expresa en nombre de los iraníes. Sobre las fotos, lo veo a usted ante
multitudes, rostros y manos alzadas. Sin duda uno podría adivinar cierta forma
de entusiasmo, en todo caso, de adhesión.

Hemos conocido, en Europa, esas multitudes. Fue un mal momento para nosotros. Un
período trágico del que seguimos arrastrando la vergüenza y la angustia.

Uno de los pueblos más cultos del mundo, un pueblo que había elevado en alto
grado la filosofía, la música, la poesía, un pueblo que había asombrado a sus
vecinos por su resplandor, se había hundido en el odio, la locura racial, La
ignominia.

Decenas de millones de individuos sufrieron, en su carne, su cultura, su
dignidad, esa extraña barbarie que quería hacerse ver como un 'nuevo orden'.
Fueron en primer lugar los ciudadanos de ese Estado, alemanes, luego y poco a
poco los demás, todos los demás. A esa locura se le llamó una guerra mundial.

Pero fue, sobre todo, una guerra contra lo que había de humano en nosotros. Se
quemaron los libros, los niños fueron deportados y asesinados, las inteligencias
fueron quebradas. Todo lo que honraba al hombre fue pisoteado.

Y luego, llego a usted: una parte de la especie humana, el pueblo judío, fue
destinado al infierno. Oh, se lo concedo, sólo una parte. No eran ni los más
numerosos, ni los más ricos, ni siquiera los más influyentes.

Eran hombres y mujeres que habían llevado consigo durante mucho tiempo y desde
muy lejos, su fe, sus preguntas sobre el mundo, sobre Dios, sobre la necesidad
de vivir o de sufrir, sobre la alegría de amar. Generalmente, frecuentaban los
libros. Reflexionaban mucho, no comprendían por qué no eran queridos, por qué se
les llamaba "subhumanos",

Untermensch, por qué se les consideraba insectos… Fueron perseguidos en toda
Europa, ahorcados, fusilados, quemados…

Usted sabe perfectamente todo eso, pero lo evoco ante usted por lo menos por tres
razones:

- La primera, es que nosotros (digo "nosotros", como modo de hablar) no
aceptaremos que todo vuelva a comenzar. Yo no soy judío, pero los judíos son,
como los persas, mis hermanos en humanidad.

- La segunda, es que ellos tienen el derecho, como usted, como yo, de tener una
patria. Que sea Francia o Israel, ello no cambia en nada el asunto.

- La tercera razón no le gustará a usted. Pero, mala suerte: es que ellos le
aportan al mundo (y probablemente es eso lo que usted quiere "borrar del mapa")
una concepción del hombre y de su destino que ha enriquecido a varios siglos de
civilización, y que honra tanto al pueblo judío como al Estado de Israel.

Señor Presidente, usted tiene el derecho de ser nacionalista. Usted tiene el
derecho de sentirse orgulloso de la historia del pueblo persa. Usted tiene el
derecho de ser creyente y de orarle al Dios "clemente y misericordioso" citado
al principio de cada 'sura' del Corán.

Usted, sin embargo, piensa que tiene el derecho de obligara las mujeres a
ocultar la cara tras un velo, de torturar a los opositores, de encarcelar a los
periodistas que lo contradicen, de condenar a muerte a niños, de perseguir a sus
minorías, de iniciar "guerras santas" contra "los infieles".

Pero usted no tiene el derecho de imponerle a Israel la mirada turbia, imbécil y
llena de odio que acompaña a sus discursos. Y es que me parece que usted odia en
ese Estado, la libertad de expresión, la diversidad de los partidos, el papel de
la oposición, la modernidad, la independencia de los poderes y de la justicia,
la investigación universitaria, los descubrimientos y nuevos inventos; y sin
duda también la valentía que ahí existen. Es decir todo lo que nosotros tenemos
el derecho de admirar.

Los hombres que organizaron la reunión de Wannsee, en la que se decretó el
exterminio de los judíos de Europa ya murieron. Naturalmente, al igual que todos
nosotros, usted seguirá ese destino.

Deseo solamente para usted mismo, para el pueblo persa, para los jóvenes niños
de Irán que le sobrevivirán, que nadie se sienta con ganas de ir a escupir sobre
su tumba.

Atentamente
FRANÇOIS LEOTARD,
ex Ministro Frances

1 comment:

Nico said...

Cuando leo este tipo de cartas siempre pienso que el mundo necesita más gente como su autor. Impresionante. Y hay que tener huevos para ponerle esa banca a un arabe eh?
Cheerz, N.