Tuesday, December 18, 2007

Las valijas chavistas consolidan aislamiento y dependencia del país

Las valijas chavistas consolidan aislamiento y dependencia del país

Por: Carlos Menem
Ex presidente de la Nación

Ámbito Financiero

Las noticias que llegan desde Estados Unidos a raíz de una investigación del FBI y del Ministerio de Justicia de aquel país han puesto nerviosas a las máximas figuras del gobierno. Esas noticias no deberían sorprender: reflejan algunas consecuencias de políticas practicadas sistemáticamente desde mayo de 2003. En el instante mismo de asumir la presidencia cuatro años atrás, la familia Kirchner puso el escenario, los reflectores y los equipos de sonido a disposición de la dupla constituida por el comandante Fidel Castro y el coronel Hugo Chávez para que pudieran desplegar su histriónica propaganda y su acción política en territorio argentino. El venezolano Chávez, embriagado con barriles de renta petrolera, se considera con derecho a intervenir en la política de los países sudamericanos y en la Argentina lo ha hecho con la anuencia del gobierno y la complicidad de muchos dirigentes oficialistas. Que con dineros extraídos al Estado venezolano haya financiado grupos de activistas, campañas políticas y candidaturas presidenciales en nuestro país reviste una alta gravedad institucional que no se puede ocultar, so pretexto de patriotismo, atacando a quienes ofrecen las pistas reveladoras. La manipulación ilegal de fondos, el lavado de dinero, el ocultamiento no son precisamente métodos de transparencia política ni contribuyen a mejorar la calidad institucional. En verdad, si hay algo que hoy perturba tanto esos altos objetivos como las buenas relaciones entre los países de América es el comportamiento de Chávez y de sus amigos, que alientan divisiones tanto entre naciones hermanas y vecinas, como en el seno de los propios países y, mientras fatigan con interminables discursos sobre la unidad continental, obstruyen y obstaculizan procesos concretos de integración y progreso americanos como el que impulsamos decisivamente en la década del 90.

Hoy resulta evidente para los argentinos y el mundo que el nuevo período presidencial que se inauguró en nuestro país el lunes 10 de diciembre ha enterrado todas las promesas electorales de «cambio» y las reemplaza por el continuismo: la señora de Kirchner no sólo quiere mantener contra viento y marea su amistad con Chávez y sus petrodólares, sino que gobierna con el mismo personal que su esposo, con las mismas ideas y aplicando los mismos instrumentos de los últimos cuatro años. Que nadie se declare sorprendido si los resultados que obtiene están en la misma línea (aunque con mayores signos de deterioro).

Con esas políticas hemos cosechado el aislamiento internacional, la inflación creciente (un «logro» en el que competimos con Chávez), la crisis energética (que es la consecuencia de la total imprevisión y de la falta de inversión en infraestructura), los índices de inseguridad, delito y narcotráfico más altos de la historia argentina y los más notables avances de la corrupción (con dólares sospechosos escondidos en valijas voladoras y bolsas olvidadas, casos como Skanska y los enormes sobreprecios de la obra pública o la persistente incógnita sobre los fondos de Santa Cruz, para citar sólo algunos ejemplos).

# Culpas

Los funcionarios, cada vez que se mencionan esos desdichados logros, culpan al mensajero, se envuelven en la bandera o maldicen un pasado cada día más lejano (en el que, por otra parte, ellos tuvieron alguna participación).

Frente a este panorama de devastación, haría falta producir un drástico cambio de dirección. Trabajar para la reinserción internacional de la Argentina, fortalecer la relación con Brasil, trabajar para la consolidación del Mercosur; resolver rápidamente, mediante el diálogo y la negociación, los problemas creados con Uruguay; restablecer la asociación con Chile, garantizando el abastecimiento de gas; reanudar los vínculos estratégicos con Estados Unidos y los demás países del mundo desarrollado, y realizar una fuerte apertura económica y comercial hacia China y los demás países del continente asiático. Hay que terminar para siempre con la difamación permanente contra los adversarios políticos y con el ataque sistemático a las instituciones fundamentales y fundacionales de la Nación, como son la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas. Y hay que liberar de una buena vez a la Argentina de la enfermiza dependencia de los petrodólares y los delirios de Chávez.

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