Friday, September 28, 2007

No hay misterio en alza de precios

No hay misterio en alza de precios

Por: Enrique Szewach
Ámbito Financiero

¿La inflación en la Argentina se está acelerando «misteriosamente»? La respuesta a esta pregunta resulta relevante porque, como sostuvo el jefe de Gabinete, y como marcaría la «ortodoxia», un país con superávit fiscal, tipo de cambio fijo y sin financiamiento monetario al gobierno, no debería tener un fenómeno inflacionario sostenido. De manera que, si efectivamente, la tasa de inflación se está acelerando, como lo comprueban las estimaciones privadas, las oficinas provinciales de estadística y cualquiera que haga compras sistemáticas en el país, debemos estar ante un fenómeno «nuevo» que no podría llamarse inflación. Cambio de precios relativos, Movimiento estructural de los precios de los alimentos, Adaptación de la demanda a un nuevo «equilibrio», Convergencia de la economía postshock devaluatorio de 2002, entre otros, han sido los distintos eufemismos utilizados por funcionarios públicos y economistas cercanos al gobierno, en su intento por redefinir y explicar lo que «la teoría convencional no explica».

Sin embargo, cuando una teoría fuertemente probada local e internacionalmente «falla», antes de buscar explicaciones alternativas o definir un nuevo « conundrum» a la Greenspan, sería conveniente revisar los datos. Entiéndase bien, no me niego al «progreso científico», ni me apego neciamente a viejas ortodoxias, simplemente sugiero que antes de desechar la teoría más simple, hagamos una evaluación más precisa de los datos relevantes. Repaso entonces los «pilares»:

1. Superávit fiscal. A los efectos macroeconómicos, ¿cuál es el superávit fiscal relevante? Ciertamente, no el superávit primario, dado que lo que se intenta medir es la demanda que agregan o quitan las cuentas públicas. Por lo tanto, lo que importa es el superávit total, puesto que cuando el Estado paga intereses de la deuda, le da poder de gasto a quién cobra los intereses, de la misma manera que se lo da a quien recibe un salario, o a quien cobra un cheque por una obra pública. Es cierto que la propensión a gastar de un asalariado es diferente de la que tiene un perceptor de renta, pero no necesariamente la de este último es cero. (Si no gasta, pero no fuga capitales, y deposita el dinero en un Banco local, le da capacidad prestable al sistema. Dicho sea de paso, lo mismo que hace el eventual superávit con las cuentas del Estado en la banca pública.)

# Déficit

Computando el pago de los intereses de la deuda, el gobierno muestra un modesto superávit. Pero para ello contabiliza los ingresos extraordinarios por la reforma previsional. Aunque gran parte de estos ingresos no es plata, sino el traspaso de bonos y otros instrumentos financieros que estaban en las cuentas de los aportantes en las AFJP y han sido transferidos al Estado. Como se sabe, ¡se han considerado como ingresos, títulos de deuda, acciones, etc.! Es decir se trata de una simple transferencia de titularidad, pero no de ingresos. De manera que neto de este «artilugio» el Estado tiene déficit total. Una manera alternativa de ver este punto es que la emisión de deuda pública neta está creciendo y no cayendo o permaneciendo constante. Si la deuda neta crece por nuevas emisiones es que hay déficit fiscal, lo midan como lo midan. De manera que, a los efectos de su influencia sobre la inflación, el primer pilar, el superávit fiscal, no existe. De todas maneras, coincido con aquellos que sostienen que la relación relevante es entre gasto público e inflación. Dado que el incremento del gasto público aumenta la demanda de no comerciables. Y como los precios de los comerciables no bajan, este aumento de la demanda de servicios termina por acelerar la tasa de inflación y hacer caer el tipo de cambio real.

2. El tipo de cambio fijo. Al respecto dos comentarios. Uno, si bien el dólar se mantuvo relativamente estable estos años, existe alguna «asimetría de expectativas». Es decir, cuando el dólar baja los precios no bajan, pero cuando el dólar sube los precios suben. Y en los últimos meses hubo una devaluación importante en la Argentina superior a 14%. Eso respecto del dólar. Pero dado que esa divisa se ha debilitado fuertemente en el mundo contra la mayoría de las monedas con las cuales la Argentina comercia, el peso se ha devaluado fuertemente contra el real, el euro y la mayoría de las monedas latinoamericanas y asiáticas. De manera que a los efectos de lo que estamos tratando de medir, el tipo de cambio no está fijo, sino que se ha devaluado y hemos importado inflación. Una prueba indirecta de esto es que el coeficiente de importaciones sobre el total de la producción industrial ya es igual al que existía en el mejor momento de la convertibilidad (21%).

¿Por qué entonces los industriales se quejaban antes, y ahora adulan, casi hasta lo grotesco, al Presidente y su política? Porque en la convertibilidad estábamos atados a un superdólar,y eso les impedía competir. Pero ahora estamos atados a un dólar al que le agarró la kriptonita de la Fed, de manera que salvo con Estados Unidos, compiten holgadamente, dado que el resto de las monedas se han fortalecido contra el peso. Ergo, el segundo pilar, tipo de cambio fijo, tampoco existe, la Argentina ha devaluado, y fuertemente en estos últimos tiempos, y el tipo de cambio real multilateral, sigue elevado, pese a la inflación interna.

3. El financiamiento al gobierno del Banco Central. Ya en la década del 80, desde FIEL se realizaron mediciones del gasto cuasi fiscal y del déficit del Banco Central. Si la autoridad monetaria compra reservas con emisión, por la parte que no esteriliza con deuda, esa emisión es gasto cuasi fiscal. De manera que sí está financiando gasto público. Esta política de compra de reservas, cuyos objetivos no discuto, obliga a fijar metas de crecimiento monetario bien por arriba de las requeridas para una política restrictiva en materia antiinflacionaria. Y, por ende, estamos frente a un contexto de tasa de interés negativa, aunque se quejen Néstor y Cristina. Otro pilar que los datos refutan.

En síntesis, puede ser que estemos ante un nuevo «fenómeno» argentino que exija teorías exóticas para explicar por qué no tenemos inflación, mientras los precios crecen a 20% anual. Pero para ello habrá que demostrar que las teorías más simples fallan. Por ahora los datos indican que más que frente a un misterio, estamos frente a un problema.

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