Thursday, October 11, 2007

Capitalismo de amigos vs. capitalismo de mercado

Capitalismo de amigos vs. capitalismo de mercado

Por: Enrique Szewach
Ámbito Financiero

La extraordinaria performance de nuestro seleccionado de rugby, como hace pocos meses la correspondiente a los representantes del básquetbol, hizo que surgiera, casi automáticamente, la comparación con el pobre desempeño que, en los últimos años, caracteriza al seleccionado argentino de fútbol. Mucho se ha escrito respecto de las diferencias entre deportes. Las características más negativas de nuestro «ser nacional» impregnadas en el fracaso del fútbol de selección a nivel internacional, pese a las cualidades indiscutidas de nuestras individualidades, frente al trabajo en equipo, el espíritu solidario, la disciplina táctica, la garra, el esfuerzo y el hambre de gloria que parecen predominar entre Los Pumas, o entre Ginóbili, Scola y sus compañeros.

Es probable que todo lo comentado al respecto sea la clave que explica las diferencias entre el éxito y el fracaso de los deportes mencionados. Pero, garra y corazón Los Pumas los tienen desde siempre, o al menos desde que recibieron dicho apelativo en la ya mítica gira por Sudáfrica en los sesenta. Lo mismo ocurre en el caso del básquet. Sin embargo, recién ahora ambos deportes han logrado encaramarse al tope del reconocimiento mundial. ¿Se trata sólo de una generación dorada? ¿Una casualidad genética? ¿Sólo un momento excepcional? Puede ser.

• Superprofesionales

Arriesgo, sin embargo, una hipótesis complementaria poco difundida en los análisis, quizá porque pone de manifiesto una cuestión políticamente incorrecta para los tiempos que corren.

Estos Pumas, como estos basquetbolistas, han sumado a su capacidad individual, su garra, su talento, su corazón, profesionalismo. Son superprofesionales de deportes dominados por el capitalismo de mercado. Juegan en clubes que son empresas. Se entrenan usando y aprovechando al máximo la tecnología, los softwares de análisis del juego del rival, la medicina del deporte, etc. Participan de entornos en donde se privilegia la relación con los consumidores, espectadores. Son parte del marketing, la publicidad, el espectáculo. Se manejan con los mismos recursos que sus rivales. Ya no dan las ventajas del amateurismo «progre». ¿Pero acaso el fútbol no reúne las mismas características, o aun más? Sí, respecto de los clubes europeos en donde juega la mayoría de los muchachos de la selección. No, en cuanto a lo que rodea a la Selección argentina. En nuestro fútbol predomina, para usar un símil muy claro hoy en la vida económica, el «capitalismo de amigos». O lo que es peor, el capitalismo de «mafiosos». Dirigentes socios de barras bravas. Periodistas socios de dirigentes. Jugadores que, desde chicos, pertenecen a representantes, a su vez, testaferros de otros que no pueden figurar. Políticos que «deciden» quienes juegan y quienes dirigen.

• Vidriera

En ese contexto, la Selección no es la «frutilla del postre» de un mercado y un espectáculo. Es la vidriera para elevar cotizaciones, vender mejor, cobrar más comisiones; firmar contratos multimillonarios en donde los verdaderos protagonistas tienen la menor participación. Clubes que no son empresas, sino «asociaciones sin fines de lucro». Sin transparencia, sin contabilidad, sin auditorías, sin mercado de capitales detrás. Dirigentes que mueven millones, rodeados de marginalidad. Estadios destruidos, campos sin pasto. Policías que hacen negocio con las horas extras y barrabravas que hacen negocio con los policías. De ese entorno, escasamente profesional, en el sentido más puro de la palabra, sólo surgen campeones cuando allí sí, una generación dorada, o una casualidad genética, permite que los Maradona, y ojalá los Messi, nos den triunfos y campeonatos, pese a la falta de organización, de disciplina creativa, de innovación tecnológica, de la empresa privada al servicio del deporte.

El «modelo» alrededor del rugby de Europa y Oceanía, o en torno al básquet de la NBA es el «despreciado» y criticado por la mayoría de los hacedores de política argentinos. En cambio, el «modelo» que rodea al fútbol vernáculo y que se trasplanta por carácter transitivo a la Selección nacional es el que nuestros dirigentes aclaman y del que se sienten orgullosos. Amiguismo, corrupción, improvisación, desorden. No es «mala suerte» o que «no ligamos», entonces, la diferencia entre triunfos y derrotas. Aunque, insisto, siempre puede haber un Messi, un Agüero o un Buonannote que nos salve. Como siempre puede haber buenos precios de los commodities que nos ayuden.

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