Monday, October 08, 2007

ACERCA DEL ARTÍCULO DE LÓPEZ ALVES

ACERCA DEL ARTÍCULO DE LÓPEZ ALVES
Julio Rougès

El artículo recientemente publicado en La Gaceta Literaria (Domingo 30 de Septiembre de 2007), titulado "¿Está llegando el ocaso de Estados Unidos?", es probable que, en el entorno cultural que vivimos, acentuadamente antiestadouniden-se, satisfaga a muchos que, mientras menos conocen, más detestan a ese gran país. Pero, más allá de lo difícil que es pronosticar tendencias de largo plazo, las afirma-ciones de López-Alves no resisten la evidencia empírica, o en todo caso, no son indi-cadores de decadencia. Me concentraré en las proposiciones centrales: la desigualdad en la distribución del ingreso, el crecimiento de la deuda externa, el déficit comercial y la baja capacidad de ahorro.

1. La distribución del ingreso.- Comencemos con la tremendista –y categóricamente falsa- aserción de que "desde 1980 a 2000, el 59% de la riqueza del período fue a manos del 5% de la población; hoy …ese 5% concentra un 70% de la renta". Según Samuelson-Nordhauss (“Economía”, decimosexta edición, 6ª edición en español, Mc Graw-Hill Interamericana de España, 1999, capítulo 19, páginas 349-350), en 1995 el 5% de los hogares de renta superior recibía el 21% (no el 70%) de la renta total; el quintil superior –es decir, el 20% más rico- captaba el 48,7% de la ren-ta total. La distribución de la renta no era muy diferente de la de Gran Bretaña y Sue-cia (obra citada, pág. 350), y la distribución de la riqueza –es decir, no de los ingre-sos, sino de los patrimonios- era menos desigual en Estados Unidos que en Gran Bre-taña.

Recientes estadísticas (fuente www.census.gov) arrojan resultados similares: en 2006, el 5% de ingresos superiores obtuvo el 22,3% de la renta; corres-pondió al quintil superior el 50,5%. Si la desigualdad en los ingresos fuera tan mar-cada como dice López-Alves, el ahorro no podría ser simultáneamente tan bajo como manifiesta, puesto que, como al menos desde Keynes es sabido, los individuos y fa-milias con niveles superiores de ingreso tienen una mayor propensión marginal al ahorro que los de ingresos más bajos, lo que se traduciría –si la distribución del in-greso fuese tan despareja- en una tasa de ahorro mayor para el total de la economía.

Además, si el ingreso se repartiese de una forma tan dispar, los sala-rios e ingresos del 95% de la población que, según el artículo, sólo obtiene el 30% de la renta total, serían tan bajos que la gente abandonaría ese infierno masivamente; en vez de ser un país de inmigración, sería una nación de emigrantes, en búsqueda de destinos más propicios. No se trataría de una “sociedad de consumo” sino de infra-consumo; el problema no sería el ahorro tan reducido, sino la exigua demanda agre-gada.

2. El crecimiento.- La tasa de crecimiento de la economía –según Ló-pez-Alves, "…crece sólo modestamente el 4% o el 5% al año"- es espectacular para un país desarrollado, si se piensa que la Unión Europea progresa bastante menos, tiene una mayor tasa de desocupación y Japón, después de muchos años de vigoroso crecimiento, sufrió una prolongada recesión durante la década del 90. Según el ase-sor del laborismo inglés Anthony Giddens ("La tercería vía y sus críticos", traduc-ción española de Grupo Santillana de Ediciones S.A., 2001 Ed. Taurus): "…las esta-dísticas de creación de empleo son reveladoras. En casi todos los países industriales hay más empleo ahora que hace un cuarto de siglo...En Estados Unidos se creó un 45% más de empleo neto en ese período; en Canadá ocurrió prácticamente igual. En Japón, el porcentaje es del 24%. En los países de la Unión Europea, en cambio, sólo hubo un crecimiento del 4% de media en el empleo".

Convengamos que no parecen guarismos propios de un país que se encamina hacia el ocaso.

3. La deuda externa.- La deuda externa que, según el autor, llega al 25% del PBI, es sustancialmente inferior, en términos proporcionales, a la de nuestro país, y el trabajo no discrimina qué porcentaje es deuda pública, y qué proporción es deuda privada. Pero en cualquier caso, la deuda pública en 1993 era inferior, en rela-ción con el PBI, a la de Italia, Canadá y Reino Unido (Samuelson-Nordhauss, obra citada, pág. 637) y, si bien constituye un problema para esa nación y para cualquiera, resulta exagerado pensar que es un síntoma de decadencia.

4.- La investigación y el desarrollo tecnológico.- En lo que verdade-ramente importa para el futuro –que no son las magnitudes financieras, ni la deuda publica- hasta hoy Estados Unidos ocupa el primer lugar en investigación, desarrollo y patentamiento de nuevos productos. Estoy enviando este e mail a través de Outlook Express (estadounidense), desarrollado por Microsoft (estadounidense), desde una computadora que utiliza procesador Intel (estadounidense), utilizando la red internet (iniciada también en los Estados Unidos). Casi no se conciben nuevos desarrollos informáticos, nuevos inventos, nuevas técnicas de comercialización o de provisión de servicios que no hayan sido iniciados o desarrollados en ese gran país.

5.- Falacias acerca del déficit comercial.- El déficit comercial es, por definición, un indicador de que la inversión –es decir, la creación neta de capital- supera al ahorro. Conforme a la conocida identidad: Ahorro menos Inversión = Ex-portaciones menos Importaciones , una balanza comercial "positiva" significa que la inversión es menor que el ahorro (tal como ocurrió en nuestro país en el año 2002, de depresión de la actividad económica, y de fuerte superávit de la balanza comercial). Ese déficit comercial de Estados Unidos entraña, simétricamente, un sinfín de opor-tunidades para los países que tengan la inteligencia de intensificar su comercio con un gran importador.

De todas formas, las cifras que López-Alves expone sobre el ahorro, además de no invocar ninguna fuente estadística, sólo se limitan a la tasa de ahorro personal, sin incluir el ahorro empresarial, que ha sido siempre el principal compo-nente del ahorro total (Samuelson-Nordhauss, obra citada, pág. 638).

Por lo demás, ¿qué ocurriría si se revirtieran los déficits comercial y fiscal de los Estados Unidos, y ese país exportara más, importara menos, ahorrase más, consumiese e invirtiese menos, es decir si demandara menos del resto del mun-do? Como es un gran comprador de productos provenientes de países menos desarro-llados, la reducción de la demanda significa que caerían los precios de los “commo-dities” y de productos elaborados, y sus bienes competirían con más fuerza en los mercados exteriores con las mercancías de producción nacional. Si en vez de lamen-tarnos por el déficit comercial norteamericano aprovecháramos las oportunidades que nos brinda –como lo vienen haciendo la India, las naciones del sudeste asiático, Aus-tralia, México y Canadá- comenzaríamos a solucionar muchos problemas.

No es que los Estados Unidos no tengan algunos o múltiples aspectos criticables –empero, el articulista, que allí reside, no ha anunciado ninguna decisión de retornar a su patria de origen- sino que subestimar su vitalidad, su empuje, su ca-pacidad de corrección de rumbos erróneos y sus instituciones, conduce a los respon-sables de nuestros destinos al autoengaño, a las actitudes autistas, a alimentar la into-lerancia, y a procurarnos “aliados“ que nada tienen que ofrecernos en cuanto a liber-tades ni a desarrollo. Todas esas actitudes, desinformación, prejuicios, errados amo-res e inconducentes odios en nada afectan a los propios norteamericanos, pero sí con-tribuyen a corroer nuestras posibilidades de un futuro mejor, que no están precisa-mente cerca de Cuba ni de Venezuela.

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