Monday, November 03, 2008

El ajuste más benigno

Por: Enrique Szewach

Ámbito Financiero

Hace algunos años, las hinchadas de fútbol utilizaban cánticos mucho más ingenuos que ahora para mortificar a sus rivales. Uno en particular hacía referencia a la falta de gente y/o entusiasmo en la tribuna contraria -generalmente visitante-. Decía algo así: «Como no tienen hinchada, les hacemos la gauchada», seguido por una irónica mención del nombre del equipo contrincante, como si se tratara de la hinchada propia.

Las líneas que siguen se inscriben en el mismo contexto. Da toda la impresión, con todo respeto, de que Néstor Kirchner carece de equipo económico, al menos de uno capaz de decirle lo que piensa y jugarse por ese pensamiento.

Esa carencia nos está llevando lenta, pero inexorablemente, a un ajuste mucho mayor que el que necesitaríamos dado el cambio de ciclo internacional.

Por lo tanto, va una modesta contribución a la solución del problema macroeconómico que hoy enfrenta la Argentina.

Primero, nuevamente una definición del problema. La Argentina, como el resto del mundo emergente, ha recibido un shock externo negativo, reflejado en la baja de los precios de nuestros principales productos de exportación. La caída del valor de los activos financieros y de todo tipo en las carteras de sus ciudadanos, acumuladas fuera de la Argentina (efecto riqueza negativa) y, en el caso particular de nuestro país, una contracción de la demanda de nuestros vecinos, por la salida de capitales que han sufrido, en especial Brasil, y sus respectivos ajustes devaluatorios, frente a la revaluación del dólar motivada en la demanda global por liquidez dolarizada.

Las mismas condiciones que enfrentamos a finales de la década del 90. Con varias ventajas. Los precios de los commodities agrícolas, si bien han bajado fuertemente, se mantienen por encima de los vigentes en ese período. El sistema financiero y las empresas locales no están dolarizados en sus deudas y, en muchos casos, no tienen deuda. La Argentina, aunque en niveles inferiores a los « declarados», conserva superávit de caja -si se pudiera renovar la deuda- y superávit comercial -en baja por la caída de exportaciones, pero compensado por la segura reducción de importaciones-.

Este escenario global ya obligaba, obviamente, a un ajuste macroeconómico a la nueva situación.

Lamentablemente, el gobierno de Kirchner le agregó al escenario global dos señales desastrosas durante este año: la crisis con el campo y la decisión de confiscar los ahorros de los afiliados a las AFJP y de transformar, en el flujo, un ahorro en un impuesto. Ambas decisiones sumadas a las expectativas, alentadas por funcionarios y dirigentes empresarios, de un aumento del tipo de cambio real ( devaluación real) están llevando a una persistente salida de capitales, financiada con el saldo del balance comercial y reservas del Banco Central. Dicho de otra manera, estamos ante la necesidad de un «ajuste real» a la situación global, sumado, ahora, a un «ajuste financiero» derivado de la fuga de capitales generada por los errores del propio gobierno.

Dejemos, por ahora, de lado el tema de la salida de capitales.

¿Qué significa un ajuste real? Básicamente, que los salarios y el gasto público, medidos en dólares, tienen que caer. Esto implica un cambio de precios relativos a favor de los exportables y sustitutos de importaciones. ¿Por qué? Porque esto permitiría, al aumentar el saldo del balance comercial, que una parte del ajuste lo financie el resto del mundo. (Todos los países, obviamente, están tratando de que el ajuste lo paguen los otros.) Cuanto menor sea el aumento del tipo de cambio real, mayor será el ajuste interno, en términos de nivel de actividad y desempleo. Ahora bien, como estamos en un contexto de inercia inflacionaria de 20% anual mínimo, en una economía cuyo numerario es el dólar, resulta muy peligroso hacer este cambio de precios relativos tratando sólo de aumentar el tipo de cambio nominal,-dado que el riesgo de « estanflación», en ese contexto, es elevado. De manera que se requiere contener la suba nominal de salarios y gasto, para que la devaluación real sea importante, sin necesidad de una fuerte devaluación nominal. (Después vuelvo al tema de fuga de capitales que complica el análisis.)

De manera que ya estamos en condiciones de delinear una serie de medidas:

1. Retiro del Presupuesto Nacional del Congreso, para adaptarlo a las nuevas condiciones locales e internacionales. Congelando todas las partidas que se puedan. Moderando los aumentos de lo que tenga que subir, eliminando subsidios a las clases altas y concentrando recursos en gasto social. Contrariamente a lo que sucede en el resto del mundo, en la Argentina y en este contexto, el gasto público no es reactivante, porque no se puede financiar con deuda. Se financia con impuestos, en especial a los comerciables -menos saldo de balanza comercial- y con inflación -menos poder de compra de los asalariados-.

2. Eliminación de todas las restricciones a la exportación, incluyendo las retenciones, de manera de incentivar un aumento del saldo exportable. Así se logra, insisto, que parte del ajuste lo financie el resto del mundo comprando nuestros productos. (Una medida extraordinaria, como «señal», sería la eliminación lisa y llana del ONCCA.)

3. Junto con el nuevo presupuesto, un acuerdo de precios y salarios que «coordine expectativas» en torno a la inflación futura y no pasada.

Estas medidas permitirían cambiar precios relativos a favorde los exportables y sustitutosde importaciones sin necesidad de una fuerte devaluación nominal. Y esto se vincula con la fuga de capitales.

Obviamente, si la fuga de capitales continúa, lo que se consiga de aumento del balance comercial y de ajuste del sector asalariado servirá sólo para financiar la salida, sin tantas pérdidas de reservas, pero no influirá en el nivel de actividad. Hay que frenar el drenaje generado por Kirchner y su política antikeynesiana de «confiscar» y «expropiar», en lugar de inyectar fondos a la economía privada.

En ese sentido, un conjunto de medidas de emergencia adicionales:

1. Retiro inmediato del proyecto de confiscación de los ahorros previsionales del Congreso.

2. Aprovechar la desaceleración de la inflación para un inmediato blanqueo del INDEC, eliminando la intervención y restableciendo autoridades creíbles.

3. En ese contexto, solicitar al FMI un crédito de apoyo por el importe de la cuota a la que tiene derecho la Argentina, (aproximadamente 20.000 millones de dólares), sin programa y sólo con monitoreo, para cancelar deuda y fortalecer las reservas del Banco Central.

Por supuesto que este conjunto de medidas tienen el propósito de recuperar la confianza perdida en el kirchnerismo -si eso fuera posible-, frenar la salida de capitales y la suba de la tasa de interés en pesos, y minimizar el ajuste interno, con menos caída de nivel de actividad, empleo y salarios.

La alternativa es la que estamos viviendo. Fuga de capitales,necesidad de una mayor devaluación nominal para «contrarrestar» el efecto K sobre los derechos de propiedad, mayor recesión, mayor desempleo, pérdida de reservas del Banco Central, etc.

En síntesis, las variantes surgen relativamente claras: o un programa de emergencia para suavizar el ajuste actual, o seguir con este programa de aliento a la fuga de capitales, la recesión, el desempleo y la pérdida de reservas. O un « overshooting» de tipo de cambio, para contrarrestar el ataque K a los derechos de propiedad.

Si tuviéramos una oposición responsable, muchas de estas medidas podrían surgir del Congreso, presionando sobre el Ejecutivo. Lamentablemente, hoy estamos frente a las dos últimas alternativas o, mejor dicho, frente a la sucesión consecutiva de los dos últimos esquemas. Un intento de parar «de prepo» la fuga de capitales, seguido por un «overshooting» cambiario.

Dadas las condiciones iniciales descriptas y las opciones disponibles, una verdadera lástima.

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