Monday, February 11, 2008

La oportunidad de las burbujas


La oportunidad de las burbujas

Por: Enrique Szewach
Ámbito Financiero

El desinfle de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos generó una enorme literatura de quienes consideran a estos episodios cada vez más frecuentes en los mercados mundiales como síntomas claros de los graves problemas que presenta el «irracional y exuberante capitalismo financiero». Esto ocurrió como contraposición al mucho más «racional, humano y sensible capitalismo productivista con fuerte intervención y regulación estatal».

En efecto, cada vez que se suceden los «martes negros» o los «lunes terribles» o los «viernes desastrosos» en los mercados, o cada vez que los gobiernos, los bancos centrales, las tesorerías o los Congresos salen al rescate de los «codiciosos de Wall Street», inmediatamente se alzan las voces de los predicadores y profetas del apocalipsis. Estos advierten, como corresponde, de las consecuencias de la «locura financiera» sobre la estabilidad política social y económica del mundo. También lo hacen respecto del uso de los fondos públicos para los rescates y de la ceguera irresponsable de los bancos centrales y entes reguladores que «permitieron el desastre».

Está claro que detrás de cada desequilibrio prolongado se esconde algún error de política económica. Y que la actual crisis tiene un origen y consecuencias muy distintos de las anteriores, porque se desarrolla en el corazón del sistema financiero global y que, por ello, sus efectos sobre el nivel de actividad y la demanda mundial no serán menores. Lo que no está tan claro es que estemos, efectivamente, en presencia de un «fracaso» del mercado de capitales.

Hoy todos se rasgan las vestiduras por los «pobres ciudadanos» de la clase media norteamericana y de otros países que no podrán pagar sus hipotecas o hacer frente a su endeudamiento personal que perderán trabajos, ingresos, activos. Muchos también se lamentan por la «destrucción de valor» que generó el final de fiesta del crédito fácil. Sin embargo, en un mundo más racional, menos exuberante, más regulado y prudente esos ciudadanos nunca hubieran tenido crédito, ni acceso a su vivienda o automóvil propio.

En otras palabras, hoy la fiesta se termina. ¡Pero hubo fiesta! En el mundo que demandan los ahora prudentes, la fiesta, como diría el amigo Fernando (de la Rúa), hubiera seguido siendo para unos pocos. Está claro que, hasta que no se despejen las dudas sobre la salud de los principales protagonistas del sistema financiero mundial y el mercado termine por digerir y descontar, en los precios de los activos, la menor expectativa de negocios, ganancias y actividad futura, no sabremos cómo quedamos después de la fiesta.

Resulta claro, también, que la factura del banquete la pagarán, en parte y como pasa siempre, los que no debían pagarla. Que los gobiernos más importantes y los bancos centrales se verán obligados a fuertes intervenciones y a revisar las políticas de estímulo al crédito fácil. Y es cierto, también, que el sector privado tendrá que replantear su manejo de riesgos y volver a esquemas prudenciales más razonables. Pero no es menos cierto que ese boom de crédito global se tradujo en más demanda de bienes y servicios, más trabajo, mejores ingresos y salarios y mayor actividad. A las pruebas me remito.

En el gráfico que acompaña estas líneas están presentados los puntos clave de la última década de las fluctuaciones de los mercados de capitales, con dos índices estadounidenses representativos: el Dow Jones y el NASDAQ. El primero, tuvo el desinfle de su burbuja «noventista» a mediados de 98, primero con el default ruso e, inmediatamente, después con la caída del tristemente célebre Long Term Capital Management.

Entre junio y agosto de 98 el Dow cayó 15%. Reinicia su recuperación hasta el pico de julio de 2001, creciendo casi 40%. Recuperación que pierde totalmente en la crisis de finales de 2001 y 2002. En setiembre de 2002 valía lo mismo que en agosto de 98. De allí resurge con el boom de liquidez y crédito de principios del siglo XXI hasta su máximo de octubre de 2007, con una explosión de casi 85% de crecimiento. Desde allí venimos con la caída de estos meses hasta el valor de principios de febrero, donde ya había perdido 13% pero todavía está muy lejos de su piso de 2002.

# Desplome

El NASDAQ presenta una variación aun más dramática. El boom de las «puntocom» lo llevó desde agosto de 98 a febrero de 2000 a un crecimiento de 213%. Desde ese clímax se desplomó hasta setiembre de 2002, ¡perdiendo 75% de su valor! Desde ese piso, y gracias de nuevo a las empresas de tecnología de la información e Internet, otra vez al pico de octubre de 2007 con una recuperación de 144% y ahora a su punto de estos días, aproximadamente 18% por debajo de su máximo de octubre pasado.

Como se puede apreciar una década de fluctuaciones, volatilidades, enormes ganancias y grandes pérdidas. Pero ese mercado permitió, de todas maneras, financiar proyectos que se transformaron, insisto, en empresas, inmuebles, bienes, servicios, trabajo para muchos.

Sigamos con los números. En el cuadro que acompaña estas líneas se muestra la evolución del PBI per cápita, medido en Paridad de Poder Adquisitivo (para tratar de despejar los problemas de tipo de cambio),de una serie de países representativos. El último dato disponible es el de 2006, de manera que no tenemos todavía indicadores de fin de fiesta e, insisto, para ese fin falta mucho todavía. Pero después del default ruso, la crisis de las puntocom, el 11 de setiembre de 2001, las bajas de las tasas y las subas de las tasas de interés, la irracionalidad y exuberancia de los mercados, los «préstamos a cualquiera» el PBI per cápita de los países centrales creció bien por arriba de 30%. El de Singapur, España y Chile, 40% o más. El de Corea, 72%. El de China se duplicó. Mientras Brasil casi arañó 30% mientras la Argentina, crisis y estafa mediante, apenas logró 9% de crecimiento. (Aunque medido desde el piso de 2002 podemos mostrar un nada modesto 29%.) Ni qué hablar de Venezuela con 1% en el período. (Y apenas 9% desde 2002, boom petrolero mediante.)

Dicho de otra manera, más allá de los necesarios cambios que requieren los incentivos del mercado de capitales global. Más allá de los gruesos errores de percepción del riesgo tanto desde el sector público como desde el sector privado. Más allá de los problemas que viviremos en los próximos años. Parece que al capitalismo salvaje no le va tan mal y que la performance de los gobiernos y los bancos centrales, medida en PBI per cápita, y no en fluctuaciones de mercado, no fue tan desastrosa.

Y aquí está el aspecto central del debate. A la inversa de los jugadores compulsivos que sólo cuentan cuando ganan y cuando pierden «salen hechos», los profetas del apocalipsis sólo cuentan las pérdidas y las volatilidades y olvidan las enormes ganancias. Seguramente, si pudiera agregar indicadores de cómo se repartió ese fenomenal incremento del PBI per cápita los números no serían tan extraordinarios. Pero éste, sin dudas, es un mundo menos pobre que el de hace una década atrás, y en ello, la responsabilidad de un extraordinario mercado de capitales global y gobiernos y bancos centrales dispuestos a defender reputación, reglas de juego y estabilidad de precios no ha sido menor. Como dice un borracho amigo: ¡Vivan las burbujas!

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