Wednesday, December 26, 2007

No hay "eficiencia" energética sin señales de precios razonables

No hay "eficiencia" energética sin señales de precios razonables

Por: Fernando Navajas

Ámbito Financiero

El reciente llamado del gobierno a un uso racional de la energía por la vía de un equipamiento y un comportamiento más propenso al ahorro no puede sino ser bienvenido. En especial por todos aquellos que tenemos preocupación por el manejo de los recursos escasos del planeta y nos comportamos de manera austera al definir nuestro patrón cotidiano de consumo de recursos no renovables.

Sin embargo, molesta tanta arrogancia intelectual de quererapropiarse del término «eficiencia», cuando las señales de precios, que son la quintaesencia de los incentivos para ahorrar (o dilapidar) recursos escasos, están tan mal alineadas con una verdadera política de «uso racional». En economía, que para todo el mundo menos para el gobierno argentino es la ciencia que estudia la asignación y distribución de recursosescasos, la palabra eficienciatiene un significado muy preciso en cuanto a la relación estrecha de los precios con los verdaderos costos económicos.

No hay que ser experto para saber o haber oído que los precios de la energía en la Argentina se quedaron atrasados en términos reales. Seis años de congelamiento a nivel de usuario residencial de las tarifas de electricidad en Capital y Gran Buenos Aires y del gas natural a nivel de todo el país dan cuenta de una imagen que es muy clara al respecto. Algún movimiento reciente de las tarifas de los transportes prende la luz indicando que el gobierno se puso las pilas para reconocer que atrasos muy grandes llevan a «facturas» que se pagan tarde o temprano. Pero confrontando con la racionalidad económica en materia de servicios públicos el gobierno es muy cerrado, en cuanto a ideas se refiere. Si con semejante sacudón o «crunch» energético en 2007 no apareció ninguna idea, más allá de cambiar el uso horario y repartir bombitas a domicilio, es porque el gobierno está paralizado frente a las disyuntivas que debe enfrentar para arreglar el desastre o alimentar la inflación. Tarde o temprano no se puede escapar a las disyuntivas, que son la esencia del manejo de la economía.

Los números tarifarios del país en cuanto a lo que pagan de energía amplios segmentos de la demanda no da para más congelamiento en una economía con una inflación de 20%. Con el precio del petróleo alto y estable, llegó la «hora nona» del populismo energético, versión post-2002. Disfrácenlo de lo que quieran, apelen a palabras motivadoras, organicen campañas a beneficio del ahorro de energía. Mientras sigan jugando con la energía a estos precios las cosas no van a terminar bien.

Vamos a la electricidad. Para tener una idea simple y comparativa,hoy un consumidor residencial de la zona metropolitana de Buenos Aires paga -sin importar su nivel de ingreso- una tarifa final de electricidad de aproximadamente 1,5 centavo de dólar por kw/h consumido. Esto es algo así como un cuarto de lo que se paga en países vecinos. Para hacer la comparación algo más dramática, la tarifa social (es decir con descuentos para los pobres) en algunos países de Centroamérica, que están forzados a usar combustibles líquidos para generar electricidad, es superior a los 10 centavos de dólar el kw/h. Si se pusieran los verdaderos costos marginales de generación con gas natural doméstico en las tarifas argentinas, éstas deberían saltar a no menos de 5 centavos de dólar el kw/h o, el doble o más, si se realiza con combustibles líquidos.

# Ajustes

Aún cuando el gobierno decidiera que estos ajustes son inmanejables, una recomposición más tímida hacia, por ejemplo, un reconocimiento de los valores de generación eléctrica similar al promedio de los años 90 -cuando los costos económicos eran mucho más bajos que los que hoy enfrenta la región y el mundo- implicaría un aumento de la tarifa final de no menos de 30%. Esto claro está, dejando afuera los ajustes requeridos para compensar los desajustes de costos de la transmisión y la distribución (en esta última hoy la caja se está cerrando con transferencias ad-hoc de fondos del programa de uso racional de la energía).

Supongamos que tal aumento de 30% fuera decidido por el gobierno, al igual que en el reciente caso del transporte público urbano. El impacto sobre los ingresos de las familias sería muy diferente, dada la desigual distribución del ingreso del país. Simulando tal aumento con los datos de las encuestas de los hogares más recientes, para por ejemplo el caso del Gran Buenos Aires, resultaría que los deciles 1 a 3 de la distribución del ingreso familiar per cápita (esto es, de 10% al 30% más pobre de las familias) sufrirían un aumento equivalente de hasta 1,7% de sus ingresos. En el otro extremo, el impacto para los deciles 8 a 10 (esto es el 30% más rico) se diluiría hasta 0.2% de los ingresos familiares. Esta evidencia llama por sí misma a la necesidad de diferenciar aumentos a través de algún mecanismo de tarifa social que puede ser financiado por los mayores impuestos que cobran los distintos niveles de gobierno, luego del aumento de 30% de la tarifa sobre aquellos que pueden pagarla. Dado que 34% de la factura final son impuestos ad-valorem (es decir que suben con el valor de la energía vendida), la capacidad fiscal de armar un presupuesto ad-hoc para financiar la tarifa social es muy fácil de pensar e implementar. El único detalle es cómo elegir los beneficiarios.

Recomponer los precios de la energía a valores razonables en relación con los verdaderos costos económicos es una necesidad para la sostenibilidad energética de la Argentina. Hacerlo de modo tal que el impacto sobre los grupos de bajos ingresos se diluya es un desafío para la política económica. Precios más altos, esquemas de tarifa social, ese es el camino. Mientras tanto, llamar a que la gente lleve adelante una vida sana «sin cigarrillos» y al mismo tiempo bajar a cero los impuestos y regalar cigarrillos por las calles es tan consistente como estos anuncios de política energética que se acaban de realizar. El problema no está en los anuncios; enhorabuena la mayor conciencia a ahorrar. El problema está en casi todo lo demás, empezando por los precios y por regalar la energía en domicilios donde la palabra escasez no existe.

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