Thursday, December 20, 2007

Con inflación de 20%, es tiempo de macro, no micro

Con inflación de 20%, es tiempo de macro, no micro

Por: Enrique Szewach

Ámbito Financiero

En su discurso inaugural, la Presidente hizo una ratificación explícita de la continuidad de la política económica, al resaltar «que no se puede estar cambiando todo cada cuatro años». Por supuesto que marcó la continuidad desde la «fundación de la patria», en 2003, mientras todo lo anterior fue explícitamente demonizado.

Pero esto no podría sorprendernos. Cada revolución, para refirmarse, necesita una nueva fundación y denostar el pasado. Es cierto que en este caso particular, los revolucionarios de hoy también tuvieron protagonismo importante en las revoluciones de ayer. En otras palabras, ni el círculo más reducido del kirchnerismo, ni el más amplio del peronismo-radicalismo K estuvieron en los 80 y los 90 escondidos en las sierras luchando por la liberación. Al contrario, fueron defensores, protagonistas importantes y claros beneficiarios de las «revoluciones pasadas».

Ese «pequeño detalle» no empaña la clara manifestación de Cristina a favor de la continuidad de la revolución de quien estaba «sentado a su izquierda». Sin embargo, lo que sorprendió del discurso de Cristina, además del cambio extraordinario en el tema educativo (por primera vez, en un discurso público, un gobernante argentino reconoce que no es sólo con plata que se arregla el problema educativo y que los docentes tienen que saber más que los alumnos), es el hecho de que haya renunciado, explícitamente, a los mecanismos de control de precios y a establecer pautas salariales indicativas. Fue cuando planteó, con todas las letras, que no fue votada para ser «gendarme de la rentabilidad empresaria» o «mediar en una interna sindical». Creo, respetuosamente, que se equivoca. Su marido le deja, entre otras cosas, una inflación alta y expectativas de aceleración junto con la necesidad de cambiar precios del sector energético, dramáticamente atrasados. En ese contexto, o se modifica la política cambiaria, revaluando el peso, o se camina hacia un superávit fiscal y una moderación en el crecimiento del gasto, muy superior a lo anunciado. O no queda más remedio, si se insiste con «la revolución K», que complementar las medidas fiscales, el «anclaje» del tipo de cambio y los ajustes de precios energéticos, con la « coordinación de expectativas» que surge de algún tipo de «control de la rentabilidad empresaria» y freno a las aspiraciones salariales sindicales.

Quizá resulte exagerado comparar a Cristina con un personaje de Edgar Allan Poe. Pero después de todo, cualquier crónica de la historia de la política económica argentina es siempre exuberante. Si la Presidente imaginaba que podía ofrecer como «cambio modesto de estilo dentro de la continuidad», la «libertad de precios y salarios» y la sustitución del acuerdo social que anunció en la campaña por planes de competitividad sectoriales, es probable que, como un personaje de Poe, se vea obligada una y otra vez a hacer lo que no quiere, ni le gusta.

# Rentabilidad

De la misma manera que aceptó, con cierto cinismo, gobernar con la Ley de Emergencia Pública que nunca votó. El kirchnerismo considera que los mercados en la Argentina son poco transparentes, concentrados y que unos pocos «formadores de precios» deciden arbitrariamente sus rentabilidades. En estos años, lejos de diseñar políticas para generar más competencia y transparencia en los mercados,se dedicó sistemáticamentea concentrarlos aun más y a «sentarse a la mesa de los formadores» a negociar cada precio, cada salario, cada subsidio, cada impuesto.

Eso está en el «corazón» del modelo K y no es algo que se puede abandonar fácilmente sin tener que cambiar toda la estructura del modelo productivo. Entre fines de 2005 y principios de 2007 sólo hubo acuerdos y controles de precios, mientras se aceleraba el gasto público y con ello las presiones inflacionarias. En 2007, esas presiones obligaron a abandonar la política de acuerdos y controles, y a trampear en el índice, mientras el gasto se aceleraba aun más y el peso atado a un dólar débil magnificaba la expansión local y aceleraba más la tasa de inflación. Ahora se intenta desacelerar sólo con política fiscal y el anclaje del peso a un dólar que se sigue devaluando contra los commodities más importantes.

Podemos tener una economía que se desacelera y una inflación que sigue alta. Cuando la inflación es de 20% anual, no es «tiempo de la micro». Es tiempo de la macro adecuada.

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