Wednesday, November 14, 2007

Curioso espejismo de impuestos y subsidios

Curioso espejismo de impuestos y subsidios

Por: Enrique Szewach

Ámbito Financiero

En economía, como en otros ámbitos de la vida, no siempre algo es lo que parece ser. En el caso de los impuestos y subsidios, existen numerosos ejemplos en los que la intención de «castigar» a algún sector en particular o beneficiar a otro termina de manera diferente de la buscada.

El reciente aumento de los impuestos a la exportación de granos pretende ser una medida por un lado «redistributiva», dado que le quita recursos a un sector «rico» y de alta rentabilidad y beneficia a los consumidores de menores recursos, intensivos en alimentos, al impedir que se traslade a los precios internos el fuerte auge de los precios internacionales (puesto que las retenciones reducen el precio interno). Por otro lado, «productivista», en tanto que los recursos que recibe el Estado permiten mejorar la situación fiscal, reduciendo el riesgopaís, bajando la tasa de interés que enfrenta la Argentina y mejorando las condiciones de financiamiento de sectores productivos no agrícolas. Este razonamiento, sin embargo, por impecable que parece puede tener algunas fallas.

En primer lugar, al quitarle poder de gasto al sector privado agrícola, se reducen los ingresos de aquellos sectores que recibían dicho gasto. En parte, proveedores de fertilizantes o maquinaria agrícola. En parte, fábricas de automóviles o camionetas 4x4; en parte, constructores de inmuebles; en parte, oferentes de servicios de distinto tipo. Es decir, si los productores tienen u$s 1.600 millones menos para gastar, habrá muchos sectores -y sus trabajadores-vinculados a dicho gasto, que ahora no verán aumentar su demanda en esa cifra. El aumento de impuestos al campo se traduce, en la práctica, en una reducción del ingreso de los sectores beneficiados por la mayor bonanza del sector agrícola.

En cuanto a la mejora de la situación fiscal: está por verse, dado que no se sabe el destino de los fondos adicionales. Si los mismos se utilizan para cancelar deuda externa, está claro que eso mejora la situación financiera de la Argentina, reduciendo el riesgo eventual de default. Pero si esos fondos no regresan al país en forma de ingreso de capitales privados o inversión extranjera directa, estamos frente a un instrumento «ortodoxo» de desaceleración de la demanda, dado que aproximadamente se resta medio punto del PBI de la demanda interna.

Hasta ahora, sin embargo, el mercado financiero internacional sigue dudando de la Argentina en su condición de deudora. Como consigna el informe de Santander Investment: paradójicamente, después del anuncio del aumento de las retenciones a la exportación de los CDS a cinco años (Credit Default Swaps a cinco años), seguros contra default de la Argentina, ¡aumentaron su diferencial de tasa de riesgo, tanto en términos absolutos, como respecto del promedio de riesgo latinoamericano!

En otras palabras, el mercado no considera el incremento de ingresos por impuestos a la exportación como una mejora sustancial de la situación fiscal de la Argentina. ¿Pensarán acaso que se gastarán en nuevos subsidios?

Y eso lleva a otro aspecto de lo que «parece y no es».

El gobierno se ha preocupado en estos años por mantener artificialmente bajos los precios vinculados con la energía en general y con la «hogareña» en particular. No sólo son bajos los precios en comparación con los que predominan en la región, sino que además son bajos respecto de los que han predominado en términos relativos en la Argentina en el pasado. En efecto, si se considera el precio relativo de productos o servicios vinculados con la energía, comparando la evolución de los precios mayoristas y sus asimilables al consumidor que regían a finales de 2001, con los datos actuales, los precios al consumidor tendrán que duplicarse o triplicarse para parecerse a la relación que tenían con los mayoristas cuando estalló la convertibilidad.

Pero, otra vez, como la demanda de energía, combustibles y transporte es relativamente inelástica (es cierto que, en mi casa, consumimos más electricidad y gas que lo necesario, pero no es menos cierto que no mantengo las estufas encendidas en verano, ni duermo con la luz prendida porque sea barata, ni viajo más veces a la oficina porque el viaje en subte esté regalado), el subsidio a estos servicios se transforma en mayor ingreso disponible para otros consumos, desde la cuota de un electrodoméstico, hasta una salida a comer afuera o turismo de fin de semana, etc. En otras palabras, más que un subsidio a la energía en los hogares, es un subsidio a la demanda de otros productos y servicios que, seguramente, se consumirían menos si tuviéramos que pagar la electricidad o el gas más caros. Aun reconociendo que hay derroche y que se podría ahorrar mucho.

Es síntesis, los aumentos en los impuestos a la exportación, como las eventuales reducciones de los subsidios a los precios de la energía, los combustibles o transporte de la clase media urbana deben verse como lo que son: el comienzo de la desaceleración de la demanda que tanto negaba el kirchnerismo en campaña.

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