Monday, August 27, 2007

Clientelismo: pobreza favorece oficialismos

Clientelismo: pobreza favorece oficialismos
Por: Rosendo Fraga
Ámbito Financiero

La preocupación del Episcopado por el llamado «clientelismo político» se encuentra justificada en la realidad social de la Argentina.

Ya en el Imperio Romano, el cliente era aquella persona de los estratos populares que, a cambio de favores, asistencia o manutención, respondía políticamente a un noble o caudillo político. Desde esta perspectiva, el llamado «clientelismo político» ha existido a lo largo de la historia en diversas formas.

En la Argentina del siglo XIX, los caudillos políticos nutrían sus filas de hombres provenientes de los sectores populares. Tanto conservadores, como radicales y peronistas, utilizaron formas políticas clientelistas de diverso tipo. El acceso al empleo público, facilitar trámites, otorgar favores y ayudas, han sido sistemas de creación de adhesiones y fidelidades políticas no sólo argentinos sino universales.

Sin embargo, en los últimos tiempos se evidencia en nuestro país una agudización de estas formas, que se hacen cada vez más notorias en los procesos electorales.

El aumento de la pobreza y la indigencia, generado por la crisis 2001-2002, incrementó las políticas clientelistas en los sectores populares.

Un ejemplo de ello es que en 2005 se conoció el hecho de que 52% de los beneficiarios de los subsidios para jefas y jefas de hogar desempleados estaba afiliado a partidos políticos, mientras sólo lo estaba 14% de la población total. A ello se agrega que aproximadamente 15% de estos planes eran adjudicados por organizaciones piqueteras, con lo cual dos de cada tres subsidios se distribuyen sobre la base de clientelismo político.

El análisis de los datos electorales muestra claramente que aumenta el voto por el oficialismo -del partido que sea- a medida que aumenta la pobreza.

De esta forma, tomando las elecciones de 2005, en las ocho provincias con mayor porcentaje de población (25,4%) con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), el promedio obtenido por el oficialismo local fue de 55,7% de los votos. De estos ocho gobiernos provinciales, cinco han sido electos por el PJ y tres por la UCR. Por otro lado, en los ocho distritos que tienen un promedio de 15,7% de la población con NBI, el promedio de votos obtenidos por el oficialismo fue de 44,1%. En cambio, en los ocho distritos que tienen un promedio de sólo 11,1% de la población en esta situación -en los hechos, con menor pobreza- el voto por el oficialismo desciende a 40,7%. La tendencia es clara: a más pobreza más voto por el oficialismo.

El mismo análisis realizado sobre los resultadosde los municipios del Gran Buenos Aires lo corrobora. En las nueve comunas con menos población con NBI -que promedian 9,81% de la población en esta situación-, el voto por el oficialismo fue de 41,6%. En los municipios que promedian 17,97% de la población con NBI, el voto por el oficialismo se elevó a 44,1%; y en los municipios más pobres, que promedian 24,02% de los habitantes con NBI, el voto por el oficialismo llega a un promedio de 54,6%.

La segunda vuelta de la elección porteña del 24 de junio del corriente, confirma la tendencia.

El voto por el oficialismo nacional es de sólo 22,6% en las circunscripciones de sectores altos, se eleva a 41,6% en las de sectores medios y llega a 45% en las de sectores bajos.

Las elecciones provinciales que se vienen realizando este año reiteran lo mencionado. Hoy, la mitad de los votantes vive o sobrevive en base a un ingreso del sector público, ya sea salario estatal, jubilación estatal, pensión o subsidio.

La provincia de Catamarca representa un claro ejemplo ya que 76% de los votantes depende del sector público, y en este distrito el gobernador fue reelecto con 57% de los votos. La «territorialización» de la política, en función de la cual los gobernadores e intendentes han pasado a ser protagonistas centrales frente al debilitamiento de los partidos nacionales -como sucedía en las últimas décadas del siglo XIX- es causa y consecuencia del aumento del clientelismo. Cuanto más personas dependen del Estado para subsistir, más aumenta la base electoral «cautiva» de quien está en el gobierno.

Tanto en 2003 como en 2005, en 20 de los 24 distritos ganó quien gobernaba y lo mismo sucederá en 2007. Los fenómenos de cambio, como el de Capital y Tierra del Fuego, se dan en distritos con predominio de clase media y alto ingreso.

Si a ello se suma que la concurrencia a votar sigue descendiendo, al igual que el voto positivo por partidos y candidatos, el porcentaje relativo del voto cautivo aumenta, al descender el del voto independiente.

Por esta razón, quien hoy está en el gobierno -nacional, provincial o municipal- tiene más ventaja que antes para ganar una elección, porque el electorado cautivo o clientelista actualmente es mayor que en el pasado.

Sin embargo, también hay que asumir que para los sectores populares, el clientelismo termina siendo un mecanismo para resolver no sólo la subsistencia, sino también los problemas cotidianos, y que para ellos votar por la oposición implica crear una situación de incertidumbre sobre su futuro. En realidad es el mismo Estado quien, al no cumplir sus funciones primarias, lo termina haciendo por un canal indirecto que le permite capitalizarlo políticamente.

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