Friday, June 29, 2007

¿Crisis energética o institucional?

¿Crisis energética o institucional?

Por: Enrique Blasco Garma
Ámbito Financiero

Desde hace mucho tiempo los expertos en energía vienen pronosticando problemas y desacuerdo con las decisiones gubernamentales en la materia. Los empresarios también sabían que se avecinaban cortes de suministro. En realidad a nadie debe sorprender que el control estatal de los servicios públicos lleve a racionamiento, faltantes y cortes sorpresivos.

Esa fue la experiencia argentina desde que se estatizaron esos servicios, a mitad del siglo pasado, hasta que el régimen estatal eclosionó en el colapso eléctrico de 1989, la falta de servicios y las cuantiosas pérdidas de las empresas estatales financiadas con emisión monetaria e hiperinflación. El colapso fue rápidamente superado con la privatización, en la vilipendiada década de los 90, cuando el suministro creció tanto y los costos de la energía se redujeron tanto que la Argentina comenzó a exportarlos vigorosamente.

A nadie debiera sorprender que el año tenga estaciones climáticas, con variaciones de temperatura, luz solar y precipitaciones. Ni que los equipos generadores y de transmisión sufran desperfectos y salidas de servicio, en previsión de lo cual se constituyen reservas suficientes. Tampoco parece sorpresivo que la recuperación de la economía genere aumentos de la demanda de esos servicios. En los últimos diez años numerosos países crecieron más que el nuestro y no sufren carencias del servicio.

# Historia

El tema importante es cómo enfrentar el faltante de energía de la forma más económica posible para toda la sociedad. La historia argentina y la experiencia internacional confirman que la administración pública nunca provee los mecanismos idóneos para la provisión de bienes y servicios de calidad al menor costo. Si alguno no está convencido, que repase la caída del régimen soviético. La función del Estado es fundamentalmente administrar la fuerza pública para afianzar los frutos de la libertad. En esa tarea, el Estado tiene una enorme ventaja comparativa, pero tampoco la ejerce eficazmente, confirma la inseguridad física y jurídica de los argentinos.

Existen dos alternativas para enfrentar los conflictos. Las sociedades rezagadas buscan culpables. Los sacrificios rituales de las culturas ancestrales atestiguan una manera poco productiva de resolver dificultades, aunque satisficiera a sus dirigentes. Esa ideología para enfrentar algunos conflictos perdura en las naciones subdesarrolladas, en América latina, Africa, Medio Oriente, Asia, donde dirigentes políticos populares se aprovechan para ganar poder, aunque los pueblos se empobrezcan. En vez de enfrentar los problemas de la convivencia para ventaja de su gente, reparten culpas, inventan ideologías y rehacen la historia para descalificar a sus adversarios. La «herencia recibida» es una de sus muletillas preferidas. En cambio, las sociedades progresistas son ricas porque oyen verdaderamente a sus pueblos y sinceramente les importa superar los continuos conflictos de la forma más eficaz para el conjunto.

Con esa finalidad, las comunidades han ido erigiendo una estructura institucional para que la gente se comunique de la forma eficaz para consensuar las conveniencias recíprocas de coordinar las actividades individuales mediante un orden confiable. La confianza que conlleva previsibilidad de reglas de juego estables, no sujetas a humores transitorios, es la base de los grandes acuerdos sociales que posibilitan el éxito de los países. A los caudillos no les agrada ese sistema, porque la previsibilidad devalúa los resortes de su poder redistribuidor.

En verdad, la discusión energética es sobre quién tiene el poder de decisión. Si los individuos, coordinadas sus actividades por medio de instituciones -reglas de juego-creíbles o los caudillos. En la Argentina el gobierno nacional se apropió de las decisiones en diversas áreas que estaban encargadas a empresas privadas y entes de regulación. Suprimir el sistema de decisiones privadas resulta en las actuales penurias. El hecho de que el sistema institucional sea frágil, pues no brinda seguridades para que las empresas y la gente desarrollen su labor, en libertad, con horizontes previsibles y ordenados, es la madre del malestar energético de hoy.

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